Recuerdo el día cuando mi hijo volvió de la universidad de Miami (Ohio) habiendo tenido un encuentro con Jesús en los campos nevados de Ohio; un enero congelado cuando el Espíritu de Dios encendió su alma. Vino a casa deseando compartir el evangelio con todo el mundo. Luchaba para hacerlo, buscando la forma, el método, la valentía… cuando en oración Dios le indicó que lo que le faltaba era amor por el prójimo. Desde su niñez en España, su vida había estado llena de tenis, su novia, sus estudios, preocupado por sí mismo. Ahora, se dio cuenta de que lo que le faltaba no era método, ni contenido, ni valentía, sino amor. Empezó a clamar a Dios pidiendo que le diera amor. Con las palabras “De tal manera amó Dios al mundo” empieza Juan contándonos el inicio del plan redentor para el mundo. Dios empezó por amar. Cuando amas, ves a las personas de otra forma. El apóstol Pablo, sentía tan gran tristeza y dolor de corazón por los no creyentes que llegó a decir: “Desearía yo mismo ser anatema, separado de Cristo por amor a mis hermanos”. Es precisamente lo que Cristo hizo por nosotros. “El quién no conocía el pecado, se hizo pecado”. Por amor. Con amor.
Yo era un misionero malo. Tenía muchos estudios y ganas de trabajar, pero a mí también me faltaba amor. Otra cosa también, entre tantas cosas que me faltaba, y aún me falta, era el sometimiento a la soberanía y plan de Dios.
En Hechos, hablando en Atenas, una gran ciudad, intelectual, y religiosa, Pablo dijo a los sabios de Atenas: “De un solo hombre ha hecho toda raza de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra. Él ha determinado de antemano el orden de los tiempos y límites de su habitación, para que busquen a Dios…”.
Entre otras cosas, el evangelismo es saber cómo estar y ver nuestro lugar en la historia y el día a día con otros ojos. Cuando entendí esto, empecé a ver al cajero, el médico, el vecino, el conductor, el jardinero y los jóvenes del barrio de otra manera. Personas que Dios, de antemano por su soberanía, había puesto en mi camino para conocer el evangelio. Él eligió a ese conductor del Uber y eligió ese momento y lugar para el plan redentor que tenía para él y para mí como portavoz.
Estamos actualmente en un viaje de negocios en Miami donde Dios me recordó de esto. Vine con Laura, mi mujer desde hace 42 años, para pasar unos días antes de participar en una conferencia. Ayer mismo había planeado ir a un rastrillo con Laura. ¿Quién va a Miami para conocer los rastrillos? Si conocieras a Laura, sabrías que sabe encontrar verdaderas joyas entre los desechos de los demás. Después, el plan “perfecto” era ir a una exposición de arte. ¡Pues ni rastrillo, ni arte! Nada más subir al Uber empezamos a charlar con el conductor, un cubano lleno de amargura por lo que había perdido por los marxistas que se apoderaron del país. Con tanta maldad no es difícil hablar del pecado y sobre el que vino a librarnos de nuestra naturaleza pecadora. El hombre nos dejó en el rastrillo, pero después de cinco minutos dando una vuelta nos dimos cuenta de que no había nada. Al poco tiempo nos montamos en otro Uber y tampoco encontramos la exposición de arte. ¿Día perdido? ¡Pues no, por la soberanía y plan redentor de Dios! En este último viaje perdido por Miami nos llevaba un venezolano con la misma historia. Lamentamos la injusticia y pena de haber perdido su negocio y ahora tener a su familia repartida por el mundo. Hablando con él, nos decía que esperaba ser mejor persona para merecer el amor de Dios. ¿Qué le hacía falta entregar más? “¡NO!” Le dijimos: ¡Cristo lo ha hecho todo! Lo que falta es aprovecharse de lo que él cumplió a favor nuestro”. “Aun siendo pecadores, Cristo murió por nosotros”. Que no podíamos dar nada para merecer la vida eterna. Jesús fue quien “lo entregó todo”, “De tal manera amó Dios al mundo que DIO a su hijo”. Él fue quien dio su vida para rescatarnos. “Cristo murió por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a él”. Las palabras salían en el momento sin haberlas preparado antes. Laura me agarró el brazo para pararme y dejar que respondiera. Dijo el hombre: “He estado confundido. Lo tengo al revés. Nunca lo había pensado de esa manera”.
Al volver al hotel… sin haber encontrado el rastrillo ni el museo de arte… cansados… un día en Miami dando vueltas en Uber, nos dimos cuenta de que Dios había “determinado de antemano el orden” de nuestro día y el lugar preciso en el GPS para encontrarnos con estos dos hombres que buscaban a Dios.
Carlos y Laura Aulie han sido misioneros en España por más de 15 años plantando iglesias en Madrid y Guadalajara con la misión Send Inter.