En Béjar, nuestra pequeña ciudad al sur de Castilla y León, llevamos más de 30 años saliendo todos los veranos al parque con los niños, a lo que llamamos La Hora Feliz. En este programa cantamos canciones cristianas, contamos historias bíblicas con carteles o teatros, jugamos, hacemos manualidades, incluso aprendemos inglés. Todo ello en torno a un tema que cada año va cambiando. Nos disfrazamos de piratas, vaqueros, personajes de cuentos, etc. Y creamos objetos relacionados, letreros y decorados con cartones. Para algunos de nosotros, los primeros años suponían una lucha con la vergüenza, difícil de soportar. Por eso mi mujer y yo acabamos vistiéndonos de payasos para que no se nos reconociera fácilmente. Con el tiempo, para nuestros hijos acabó convirtiéndose en una fiesta en la que todos disfrutamos a pesar del trabajo que supone. Durante años estuvimos en el parque municipal donde más gente hay. La esquina en la que nos poníamos se llenaba de niños y padres hasta que salía la palabra Jesús, entonces muchos padres se llevaban a sus hijos, que no volvían a aparecer hasta el momento final cuando repartíamos alguna golosina. Parece que para eso no tenían ningún prejuicio.

El exilio

Parece que alguien se quejó al ayuntamiento de que estuviéramos en el parque más concurrido y nos exiliaron a un parque cercano en el que no solía haber nadie. Yo me sentí muy enfadado y fui a hablar con el alcalde que simplemente me despachó diciendo que ahí teníamos unas pequeñas gradas para que la gente se sentase y que estaríamos mejor. ¿Qué podíamos hacer? ¿Cómo íbamos a conseguir que los niños vinieran? ¿Merecía la pena tanto trabajo para ir a un sitio desierto? Pronto descubrimos cómo Dios tiene todo bajo control y la plaza no solo se llenó de niños y familias, sino que esas familias sabían a lo que iban y permanecían todo el tiempo con nosotros escuchando y cantando al nombre de Jesús. Es algo que después de años no deja de sorprendernos. Encontrarnos en la calle rodeados de personas no creyentes cantando a voz en grito mientras saltan y bailan, algo tan fuerte como “queremos ver a Jesús exaltado” tiene que tener algún tipo de poder o de repercusión sobre los presentes.

Un paso más

El programa con los niños nos hace estar en esa plaza una semana entera durante el mes de junio, de lunes a viernes. Nuestra meta, además de predicar el evangelio, es que alguna de esas personas acabe yendo a la iglesia, por lo que hace unos años decidimos hacer un día más en nuestro local (el sábado) e invitar a todos a ir. El primer año creo que no vino nadie, luego uno o dos niños y ahora podemos llenar la iglesia con niños y familias jugando, cantando, bailando y tomando algún refresco con algo para picar. Es una pequeña parte de los niños que hay durante la semana y la mayoría son familias que nos conocen de otros años y tienen más confianza. De todas formas vemos cómo el trabajo va dando algunos frutos, aunque solo sea en cuanto a la imagen que podemos tener los evangélicos en nuestra ciudad y a romper barreras y prejuicios.

Los payasos hablarán

En una ocasión, tuvimos una niña que estaba totalmente emocionada con los payasos (mi mujer Montse y yo). Nos abrazaba con tanta fuerza que acababa haciéndonos daño, nos hacía dibujos y no se perdía ni un día. Esta niña obligó literalmente a sus padres a llevarla a la iglesia el sábado posterior al programa en el parque. Sus padres eran personas encantadoras y abiertas y acabó surgiendo una conversación profunda, transcendental y visualmente ridícula entre el padre y el payaso. Yo le miraba la cara de alucinado cuando le respondía a sus preguntas vitales y trataba de no distraerme pensando si esa cara era por las respuestas y el poder del Evangelio o por ver a un señor disfrazado de payaso hablando cosas tan serias. A pesar del interés mostrado, el padre no volvió a aparecer por la iglesia y no sé si alguna idea sobre el Evangelio quedó en su corazón, pero lo que sí sé es que después de unos años, aquella niña tuvo un hermanito y que cuando este tuvo edad para ello, acabó llevándole a La Hora Feliz para formar parte de una generación más de niños que escucha el Evangelio a través de una actividad infantil lúdica.

El legado

Cada año vamos a la emisora de radio local a anunciar el comienzo de La Hora Feliz y a comentar qué vamos a hacer y cuál será el tema en torno al cual nos vamos a mover. Hace unos pocos años, al acabar la entrevista, el director de la radio nos cantó una canción de las que había aprendido con nosotros cuando era niño y para nuestro asombro, al salir del estudio de grabación, la chica que estaba allí de prácticas también recordaba su infancia en este programa infantil. Por un lado nos sentimos demasiado viejos, pero por otro nos dimos cuenta de que muchas generaciones de niños han tenido contacto con el Evangelio a través de esta iniciativa.

Aplicación

No sabemos cómo actúa la Palabra del Señor en todos esos niños y sus familias. Nuestra labor es sembrar usando la creatividad que el Señor nos ha dado, y solo de Él es el regalo de la conversión y la vida eterna.

Porque como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve allá, sino que riega la tierra, y la hace germinar y producir, y da semilla al que siembra, y pan al que come, así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié. Porque con alegría saldréis, y con paz seréis vueltos; los montes y los collados levantarán canción delante de vosotros, y todos los árboles del campo darán palmadas de aplauso. (Isaías 55:10-12)

Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento.1 Corintios 3:7

Andrés Vaquero Moreno es profesor de Artes Gráficas como trabajo, atleta por necesidad, artista gráfico por ilusión, evangélico por herencia y nacido de nuevo por misericordia.

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