Recibí un mensaje de WhatsApp desde un número desconocido. “Hola Nieves, soy Alejandra. No sé si te acordarás de mí. Acompañaba a mi abuela a vuestra iglesia en Vallecas cuando era niña”. “¡Claro que me acuerdo de ti! − le respondí. Conservamos aún algunas fotografías tuyas en los álbumes de la iglesia. Recuerdo una especialmente en la que estás deslizándote en trineo en la sierra norte de Madrid, en una de aquellas actividades infantiles de Exploradores del Rey”. Estela quería charlar, mejor dicho, necesitaba conversar conmigo porque había venido a su memoria la fe de su abuela Sonia y la iglesia en la que se congregaba. Recordaba acompañar algunos domingos a su abuela, las clases de escuela dominical, las merendolas y los juegos junto a otros niños. De eso hacía ya más de veinte años.

Le habían detectado un cáncer

Supe que era el momento de hacer hueco en la agenda para quedar con Estela. Hablamos durante horas. La dejé hablar. Dos años atrás le habían detectado un cáncer de mama que continuaba avanzando después de diferentes tratamientos y cuatro intervenciones quirúrgicas. No te lo he dicho aún, pero si conocieras a Estela no pensarías que está enferma: es una joven audaz, inteligente, dicharachera, jovial, elocuente y atractiva. Como digo, en nuestra primera conversación la dejé hablar. Vació su alma con palabras precisas, técnicas, propias de la fluidez de una periodista profesional que matiza con detalles bien dibujados su particular calvario. Por la confianza que me daba conocerla desde niña le pedí permiso para orar por ella y rogar al Señor que obrara en su vida, no solo en su salud física, sino que le diera bienestar integral. Oré y la invité a asistir a la iglesia asegurándole que allí encontraría luz en medio de su oscuridad, esperanza ante un futuro incierto. Así concluyó nuestro primer encuentro. Días después supe que los resultados de las últimas pruebas habían sido muy tranquilizadores. Asistió dos o tres domingos a la iglesia y después dejé de verla. Pensé que las cosas comenzaban a irle mejor y que eso la llevaba a olvidar la fe de su abuela. Nos enviamos algún que otro saludo esporádico por WhatsApp.

Expresó su desencanto con la medicina

Un año más tarde retomamos la relación. Seguía delicada de salud. Había tenido más tratamientos médicos y una nueva intervención quirúrgica. Ahora espera los resultados de un tumor localizado en la cadera. Le ofrecí visitarla con mi esposo al que también conocía desde niña. Nos recibió en su casa nueva, luminosa, un auténtico refugio acogedor decorado con un estilo juvenil y mobiliario bien seleccionado de Ikea. Nos sirvió un café que preparó sin mucha destreza excusándose porque ella no suele tomarlo y casi desconoce cómo funciona la cafetera. Acompañamos el café con unas deliciosas pastas artesanas de chocolate y guindas. Entramos en materia. Expresó su desencanto con la medicina con el argot del paciente de años que ha aprendido a interpretar la letra de los médicos y que pareciera haber estudiado medicina en una universidad de prestigio. Poco a poco mostró su fragilidad emocional, cómo se hunde en un desconcierto de emociones y miedos cuando los efectos de la radioterapia se intensifican, y la incontrolable inquietud que vive ante los largos días de espera para conocer el diagnóstico de las últimas pruebas, que nunca son las últimas.

Había llegado el momento

Nos cuenta cómo se han acercado a ella personas conocidas y desconocidas con distintas propuestas espirituales, y algún que otro personaje curioso que la animaba a hablar con sus seres queridos ya fallecidos mientras le revelaba cosas de su vida dejándola sorprendida y alimentando su curiosidad por el más allá. Supimos que había llegado el momento de enfocarnos en la obra de la cruz. Y si os dijeren: Preguntad a los encantadores y a los adivinos, que susurran hablando, responded: ¿No consultará el pueblo a su Dios? ¿Consultará a los muertos por los vivos? (Isaías 8:19). Le recordamos que el Dios de su abuela quería ser su Dios, y que solo en Él hay una esperanza firme, porque como dice Hebreos 6:18 “…en Él tenemos un fortísimo consuelo los que hemos acudido para asirnos de la esperanza puesta delante de nosotros”. La animamos a levantar su voz en oración al Señor reconociendo que era tiempo de reconciliarse con Él. Lo hizo. Una oración sencilla, serena, confiada. Estela está poniendo su mirada en Jesús. Escucha con atención los domingos la predicación y se sienta confortada, su fe está creciendo.

Conversaciones que transforman vidas

Déjame concluir que un mensaje en tu móvil, un vecino con el que te encuentras en la escalera con frecuencia, un familiar que viene a casa a verte, un contacto nuevo en tus redes sociales…, todas son oportunidades para iniciar una conversación evangelizadora que transforme vidas: la de alguien, y la tuya propia, porque cuando obedecemos al Señor somos los primeros beneficiados. No sé tú, pero yo vivo tan ajetreada en mil actividades buenas que me cuesta pararme en el camino y discernir los momentos trascendentes en lo cotidiano porque pareciera que no hay tiempo en mi vida para lo que no está agendado. Por eso, me he propuesto reservar espacios en mi mente y en mi corazón para escuchar la voz inesperada del Señor en el camino.

En la Biblia leemos que Pablo y su equipo, después de percibir la visión de un varón macedonio, entendieron que Dios les estaba guiando a llevar el mensaje del evangelio a ese lugar. “Y pasando junto a Misia, descendieron a Troas. Y se le mostró a Pablo una visión de noche: un varón macedonio estaba en pie, rogándole y diciendo: Pasa a Macedonia y ayúdanos. Cuando vio la visión, en seguida procuramos partir para Macedonia, dando por cierto que Dios nos llamaba para que les anunciásemos el evangelio” (Hechos 16:8-10). Ellos estuvieron atentos, sus corazones dispuestos, la mirada enfocada y el oído despierto. Quizás estás pensando lo mismo que yo: ¡Claro, si yo tuviese experiencias como la de Pablo, yo también entendería los momentos oportunos para llevar su Palabra! ¿Estás seguro?, ¿estoy segura? A mí me da la impresión de que hay muchos hombres y mujeres en España hoy que ruegan sin palabras que les guiemos hacia el ancla de la fe en Jesús, hacia el único que ofrece ríos de agua viva hoy que saltan para vida eterna. La visión nocturna puede llegar en forma de notificación a tu móvil. ¿Qué te parece si agendamos hueco para conversaciones transformadoras?

Nieves Carabaña es responsable de Relaciones con Iglesias y Proyectos domésticos de World Vision España. Junto con su esposo Ángel Luis Álvarez pastorean una iglesia en Madrid (España).

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